Artículo: Acta Diurna
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos no se ganan directamente en las urnas, sino en el Colegio Electoral. Este órgano compuesto actualmente por 538 compromisarios es el encargado de elegir al presidente después de los comicios. Cada uno de los cincuenta estados reparte un número de compromisarios en las elecciones dependiendo de su población.
En 2024, el estado que más compromisarios repartirá es California, con 54. Por el contrario, los que menos serán Alaska, Delaware, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Vermont y Wyoming, con 3. A todos ellos también se suma el Distrito de Columbia, que es la denominación oficial de Washington D.C. Pese a no ser un estado, la capital estadounidense puede participar en la votación desde 1961, tras la aprobación de la Vigesimotercera Enmienda a la Constitución. Sin embargo, su número de compromisarios no puede superar la cifra del estado menos poblado, por lo que solo reparte tres.
Para lograr la victoria, un candidato tiene que reunir el apoyo de 270 compromisarios en el Colegio Electoral. En caso de que ninguno alcance esa cifra, la elección del presidente le corresponderá a la Cámara de Representantes recién elegida, donde se necesita el apoyo de la mayoría de las 50 delegaciones estatales. Cada delegación está compuesta por los representantes elegidos en su estado y cuenta con un único voto. La única vez que se produjo esta situación fue en 1824, cuando la Cámara eligió como presidente a John Quincy Adams, ya que ningún aspirante había reunido los compromisarios suficientes en el Colegio Electoral.
Por norma general, el ganador en un estado se lleva todos los compromisarios de ese territorio. Sin embargo, existen dos excepciones: Maine y Nebraska. Estos estados otorgan dos compromisarios al candidato más votado a nivel estatal. El resto los reparten según los distritos electorales a la Cámara de Representantes.
Este método explica que, en 2020, ni Maine ni Nebraska adjudicaran todos sus compromisarios al ganador en sus estados. La razón de estas diferencias es que, en Estados Unidos, las leyes electorales son estatales, no nacionales. Por ello, cada estado puede fijar sus propias reglas.
No obstante, aunque es poco habitual que ocurra, los compromisarios no están obligados constitucionalmente a respaldar al candidato que ha ganado su estado. De hecho, solo alrededor de la mitad de estados tienen leyes que exigen a sus compromisarios votar por el vencedor en su territorio. Esto provoca que haya “electores infieles”, como pasó en las elecciones de 2016, donde hasta diez compromisarios —ocho demócratas y dos republicanos— emitieron su voto por otra persona.
El resultado de este sistema electoral es que el candidato presidencial más votado a nivel nacional no tiene por qué ser el ganador de las elecciones. De hecho, ha habido cinco ocasiones en las que el vencedor de los comicios perdió el voto popular: 1824, 1876, 1888, 2000 y 2016. El último de ellos fue precisamente Donald Trump, el candidato republicano en 2024, que derrotó a la demócrata Hillary Clinton pese a haber obtenido casi tres millones de votos menos que su adversaria.
Este modelo de elección indirecta contrasta con el de la mayoría de los países presidencialistas, donde el presidente lo eligen los votantes de forma directa. La idea del Colegio Electoral fue concebida por los Padres Fundadores en el siglo XVIII como solución intermedia entre los que defendían que el presidente debía ser elegido por el Congreso y los que abogaban por el sufragio directo.
Sin embargo, este sistema ha recibido críticas por su escasa representatividad de la voluntad popular, y la mayoría de los estadounidenses apoyan su eliminación. Pese a ello, ninguna iniciativa ha salido adelante, ya que cualquier cambio requeriría una enmienda constitucional.
Como consecuencia, la clave de estos comicios reside en los swing states, o ‘estados bisagra’. El hecho de que el vencedor en un estado casi siempre se lleve todos sus compromisarios sin importar la diferencia de votos hace que los estados en disputa sean los que decidan la contienda presidencial. En estas elecciones, los swing states son Wisconsin, Míchigan, Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia, Arizona y Nevada. Todos ellos reparten 93 compromisarios y determinarán qué candidato reúne los apoyos suficientes en el Colegio Electoral. EOM
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