Médico del Alma
- Roberto Trobajo Hernández

- 6 oct
- 2 Min. de lectura


En estos días, nuestra Colombia, tierra de sueños, parece un lienzo roto: con los colores de la empatía desteñidos, pinceles solidarios guardados en un rincón, y valores humanos mutando en monedas de cambio en un mercado de egos.
Vivimos en un país donde la política polariza como un relámpago que parte el cielo en dos. Unos contra otros, gritos contra silencios, familias divididas por votos, como si el corazón pudiera pintarse con un único color.
En este torbellino, donde la espiritualidad se pierde como un susurro en la tormenta, ¿quién nos cura? ¿Quién remienda las grietas del alma? Aquí va una respuesta: los artistas, médicos eternos del alma. Mientras los políticos son ecos que se desvanecen tras las elecciones, el arte es un faro que ilumina siempre.
Una cumbia de Totó la Momposina abraza como la abuela que nunca olvida; un poema de Candelario Obeso nos recuerda que el dolor también rima con vida; un mural en las calles grita que somos más que peleas. El arte no divide; teje. El arte sana, une, devolviendo la fe en lo mejor del ser humano.

En Colombia, donde la cultura es vital, los artistas merecen ser altares, no sombras. Es que un corazón, sin arte, es grito mudo; gracias a los artistas somos poemas que respiran. Los colombianos tenemos una luz que brilla: Edgar Sandino Velásquez, un creador, soñador, un hombre con el alma en sus palabras. Y que ahora se lanza al Congreso.
Edgar no es un político de promesas huecas ni de banderas que dividen. Él es un humanista, un médico del alma que sueña con un país donde los artistas sean valorados como hacedores de esperanzas, donde los ancianos –nuestros árboles sabios– vivan con dignidad, y donde el colombiano de a pie, el que carga el peso de la cotidianidad, sea el héroe de la historia.
Edgar no habla con discursos; sus ideas cabalgan en palabras que son versos vivos trascendiendo ideologías. Edgar vive para curar corazones. Imaginen un Congreso donde la empatía sea ley, donde la cultura no sea un lujo, sino un derecho, y donde el alma de Colombia tenga voz… la de Edgar Sandino.
En estos tiempos de sequía espiritual, hay que elegir a quienes curan con belleza, a quienes pintan puentes donde otros levantan muros. Es que, al final, el arte no cambia el mundo; nos cambia a nosotros, y ese es el primer latido de una revolución.
Para que el arte siga sanando almas, pasa la voz de que Edgar Sandino Velásquez, opta por ser congresista, de Colombia, donde el alma sea la primera en votar.













Gracias por la espiritualidad
IMPRESIONANTE Artículo. Gracias!