Indonesia: Arde la democracia del archipiélago
- Javier Canasto

- 6 oct
- 2 Min. de lectura


Por: Impacta - Noticias que transforman
Indonesia es el país más grande del sudeste asiático, es mucho más que un conjunto de islas tropicales. Con más de 17 000 fragmentos de tierra extendidos entre el océano Índico y el Pacífico, controla rutas marítimas vitales como el estrecho de Malaca, por donde pasa casi una cuarta parte del comercio mundial. Su ubicación convierte en un jugador importante en este ajedrez actual.
En teoría, es una república democrática, presidencialista, sólida. El presidente actualmente es Prabowo Subianto, exgeneral del ejército, quien fue ministro de defensa del gobierno anterior, con pasado polémico comparte el poder con un Parlamento elegido por voto popular. En la práctica, el país vive atrapado en una maraña de partidos, pactos y clientelismo que diluye cualquier noción de rendición de cuentas.
Ocho partidos dominan el escenario político. El PDI-P, que se presenta como nacionalista y heredero del pensamiento de Sukarno, conserva la mayor bancada. Golkar, viejo partido del aparato estatal, aún maneja resortes burocráticos. Gerindra, el partido del presidente, representa la fuerza del nacionalismo conservador. Otros como NasDem, PKB, PKS y PAN completan un tablero donde la ideología importa menos que el acceso a contratos, cargos y favores.
Esa arquitectura política, pensada para equilibrar poderes, se ha convertido en un sistema de autoprotección: nadie gobierna solo, pero todos toman un poco del botín.
El resultado se ve hoy en las calles. Lo que comenzó como una protesta por los privilegios del Congreso se convirtió en una explosión de furia: ciudadanos asaltaron y quemaron el edificio del Parlamento en Yakarta, símbolo visible de un Estado desconectado de la gente. La respuesta del gobierno fue inmediata y torpe: militarizar la capital y suspender la licencia de TikTok, acusando a la plataforma de “facilitar la difusión del caos”.
La medida, presentada como defensa de la seguridad nacional, suena más a intento de silenciar la crítica digital que a control del orden público. Indonesia, con su peso estratégico en la política regional y la economía, enfrenta un presente incómodo, puede aprovechar la crisis para renovar su democracia o usarla como excusa para consolidar un nuevo autoritarismo.
Lo cierto es que alguien en el poder o fuera de él terminará beneficiándose del incendio.
Columna de: Andy Herrera Pinto












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