El Gobierno de Colombia lidera un frente de países del Sur global para canjear deuda externa por acciones climáticas
Del mismo modo que la transición ecológica no se puede dejar en manos de un sector privado que solo busca rentabilidad, como señala el Presidente Gustavo Petro, y tampoco parece que se pueda confiar en la misma estructura financiera global que ha llevado con sus recetas al sobreendeudamiento de los países del sur, no resulta plausible que se sigan utilizando los mismos mecanismos de “ayuda” a los países en desarrollo que se han ido utilizando hasta ahora.
“Es imposible seguir utilizando la deuda como mecanismo para financiar la lucha contra el cambio climático, la única manera es un programa masivo de transferencias que no pueden ser basados en préstamos” Daniel Munévar, economista colombiano de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD)
Deudas que ahogan y un Plan Marshall contra la crisis climática
El Gobierno de Colombia lidera un frente de países del Sur global para canjear deuda externa por acciones climáticas. Según la ONU, los efectos de la crisis climática cuestan a los países vulnerables unos 300.000 millones de dólares al año. Solo en 2020, los países en desarrollo tuvieron que dedicar unos 372.000 millones de dólares a pagar los intereses de sus deudas públicas.
Sí, solo los intereses, sin contar los montantes del principal de la deuda. Los fenómenos climáticos extremos, que según la misma organización ya se producen a ritmo de uno por semana, no paran de crecer. Las partidas presupuestarias dedicadas a satisfacer la deuda tampoco.
Cualquiera podría hacer una cuenta rápida y simple con esas cifras. Si liberamos del yugo que suponen los altos endeudamientos que sufren la gran mayoría de los países del sur, podrían acometer inversiones de transición climática o adaptación y mitigación antes sus consecuencias cada vez más recurrentes.
Sobre este argumento, varios países están promoviendo distintas acciones climáticas. Algunas de ellas no pretenden tan solo proteger sus recursos naturales o adaptarse a la crisis climática, sino que buscan proteger algunas de las esponjas de gases de efecto invernadero más importantes del cómo la Amazonia. Es decir, reducir las deudas del sur para salvar al planeta entero.
Uno de los países que está liderando dicha propuesta es Colombia. Su presidente, Gustavo Petro, se ha convertido en una de las principales figuras en los encuentros internacionales que pretenden buscar una solución al creciente problema que supone la crisis climática, pero que sienten sus manos atadas por culpa de las enormes deudas públicas que arrastran los países del sur.
“Cambiar deuda por acción climática”, propuso Petro en la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial en París
“Cambiar deuda por acción climática”, propuso Petro en la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial en París, organizada por Emmanuel Macron, mientras otros presidentes de países del sur y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, le escuchaban detenidamente sentados sobre el mismo escenario.
“La crisis climática necesita un gran Plan Marshall global de inversiones que el capital privado no daría, sino en una escala limitada”, argumentó el presidente colombiano tras señalar que los mercados tienen un límite: “Solo nos pueden acompañar en procesos hasta donde son rentables, pero los recursos que se necesitan para superar de verdad la crisis y proteger la vida van más allá de la crisis”, sentenció el presidente.
Estos canjes no son nuevos. Los Debt swaps, como se denominan en inglés, existen desde los años 80, aunque ha ido cambiando el adjetivo. Antes eran deuda por educación, por salud, por desarrollo, etcétera. Antes eran deuda por educación, por salud, por desarrollo, etcétera. En los últimos años, los Debt for environment swaps han tomado protagonismo en países como Belice o recientemente Ecuador.
Pero “nunca han funcionado porque siempre han sido muy pequeños”, explica a El Salto Iolanda Fresnillo, experta en deuda y encargada de políticas en Eurodad, que argumenta que nunca se han juntado, por ejemplo, 20 países para aliviar la deuda de un solo país para que el efecto sea real y visible. “Siempre son muy costosos de implementar, de negociar y para proyectos muy pequeños”, lamenta Fresnillo que además señala que en muchas ocasiones han supuesto un problema que, en su opinión, es de soberanía democrática: “Los países que condonan esa parte de la deuda exigen que sus empresas participen en los proyectos”. Es decir, no perdonan nada, sino que canjean deuda por negocios rentables para sus multinacionales.
En la misma dirección apunta el análisis de Carola Mejía, analista de financiamiento climático en la organización Latindadd, que ha investigado este tipo de canjes de deuda en otros países y que señala que “en general, no han sido nunca muy efectivos en reducir la deuda y, si la reducen, es una cantidad muy pequeña”.
El FMI o la OCDE han publicado documentos en los que coinciden en que los efectos positivos de los swaps pueden ser marginales
Coincide con ella el economista de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) Daniel Munevar. Apunta a que las principales organizaciones internacionales como el FMI o la OCDE han publicado documentos en los que coinciden en que los efectos positivos de los swaps pueden ser marginales y siempre deben ir enmarcados en procesos de reestructuración a los que se enfrentan países en grave situación financiera y cercana al impago. Además, señala al problema de escala con varios ejemplos: “Para un país pequeño como Belice y que no se encuentre en una situación muy complicada le puede ir bien, pero para Ecuador la cantidad va a ser mínima y otros países en peores situaciones no se ahorran nada, como le ocurrió a Gabón donde consiguieron un descuento del 10% y finalmente no se ahorró nada”.
Ese supuesto porcentaje que se ahorran, pero que se queda en nada, como el caso de Gabón, se debe a las opacas estructuras financieras en las que se basan y desarrollan estos productos de deuda. “Los swaps están pagando comisiones altísimas a los intermediarios financieros y a los que ponen las garantías —dice Munevar—, por eso Credit Swiss, Bank of America y todos los grandes actores financieros están entrando en este negocio en el que cobran unas comisiones altísimas y donde, cuanto más opaco sea, más dinero están obteniendo”.
En este último inconveniente sobre el tamaño, Fresnillo es clara: “Si eres un país pequeño, no tienes poder de negociación”. Lo que acaba convirtiendo a esta nueva estrategia para ayudar a los países del sur en un nuevo negocio rentable en el que los mercados financieros, como siempre, acaban sangrando a los países con problemas. Pero, además, hay otro motivo más simple, desde un punto de vista económico, un simple problema de falta de recursos reales: “Ese dinero no existe, no se puede pagar”, afirma Fresnillo.
Los países en desarrollo con altos problemas de endeudamiento no tienen dinero para cancelar o refinanciar la deuda, aunque solo sea la parte que no se canjea, y al mismo tiempo invertir el montante restante en acciones climáticas. Estos canjes, pequeños de por sí, no acaban liberando los recursos suficientes, por lo que el país no es capaz de aliviar ninguno de los dos problemas, ni el financiero ni el ecológico.
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