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  • Foto del escritorJorge Acosta

Viendo al día de las madres, como hijos….





Por: Albana Cristina Ceberio

Periodista Argentina

Catedrática de oratoria

Coach en Comunicación

albanacristinaceberio@gmail.com


Como sociedad, tenemos la extraña necesidad de crear eventos, para recordar la importancia que tienen en nuestras vidas, desde las personas cercanas, hasta los derechos y obligaciones por los que, como ciudadanos, debemos exigir y respetar.


Así, creamos el día del niño, el día de los derechos del niño, el día de los enamorados, de la mujer, de la madre, del padre, del trabajador … Tantos recordatorios y al final de cuentas, sólo duran un día.



Pero, en especial, en el día de la madre y del padre, se nos habla social y comercialmente, de un amor idílico e inconmensurable. Padres amorosos y perfectos que muchas veces, en nuestra realidad, ya no están con nosotros o incluso, nunca han existido, desatando una gran cantidad de sentimientos encontrados. Entonces, las personas que nos quedamos fuera de esa hermosa experiencia, en estas fechas podemos sentir que algo no está bien en nuestras vidas. No se trata de una mirada negativa sino realista de la experiencia de vida de muchas personas, que confrontan con expectativas completamente ajenas a la realidad.


No es sólo, el hecho de no haber recibido ese amor incondicional por parte de nuestros padres o de alguno de ellos, sino que el sentimiento de orfandad aumenta al ver que “todos”, han podido disfrutar de una hermosa relación que por algún motivo, se nos ha sido negada y las heridas vuelven a aflorar.


Por qué “fingir” el tener motivo para celebrar, sintiendo un inmenso vacío, por no haber tenido a mis padres en mí vida o porque teniéndolos, nunca recibí ese amor y cuidados? La brecha se hace más evidente.

Aquí, en este justo momento, es cuando debemos tirar hacia adelante con más fuerza y poner a cada impresión, acontecimientos, sentimientos, roles y personas en su lugar.

Para comenzar, debemos aceptar que aquello que es de un modo para otras personas, no tiene por qué serlo para mí. Mi camino de vida es diferente. En palabras de Albert Einstein: “La vida es el examen más difícil. La mayoría fracasa por intentar copiar a los demás, sin darse cuenta que todos tenemos un examen diferente.”





Luego, y por un acto de justicia, detenernos a ver por un instante, las actitudes de aquellas personas que en algún tiempo han pasado por nuestro camino y nos regalaron esa clase de amor, incluso sin tener lazos sanguíneos sino humanos. Personas que compartieron o comparten su tiempo con nosotros, un abrazo, una sonrisa y nos ofrecen ese calorcito que reconforta el alma y es allí donde nos damos cuenta del significado de esa frase tan trillada que dice que: “…el amor está en todas partes.” Y es que a veces, la vida se encarga de suplir algunas carencias, de las formas más extrañas.


Hay personas que tuvieron la bendición de recibir tanto amor de sus padres, pero ellos ya no están. Centrarse en el dolor de la ausencia es regocijarse en un dolor sin sentido, dejando a un lado los motivos para celebrar, no sólo por lo que fue, sino porque ese amor nos forjó como personas. Por cada caricia, por cada canción de cuna, por cada recuerdo que se queda impregnado en nuestro ser y forma parte esencial de nuestra identidad y si es posible aún, devolver ese cálido abrazo y decirle a esa mamá, gracias!!! Poniendo en valor, cada instante de amor vivido.


Si nada de esto es posible, nos queda comprender que poco o mucho, bueno o malo, cada uno ha hecho y sigue haciendo en la vida, lo que puede, con los recursos personales que tiene en ese momento. Perdonar y saber que “no somos” a través de la carencia, sino que son lecciones que, aunque duras, nos muestran la otra cara de la moneda y nos invitan a romper el ciclo, no repetir los mismos patrones de desamor, brindando aquello que nos hubiera gustado recibir.


Por último, es bueno recordar que engendrar y parir, no nos dan derecho de propiedad ni nos conviene en padres, sino que nos otorga una enorme responsabilidad que podemos vivirla con amor y respeto por ese pequeño o, de lo contrario, caer en la falsa interpretación de que los hijos son una mera prolongación de nosotros. Elegimos qué sembrar, sólo no olvidemos que, indefectiblemente, un día llegará el momento de la cosecha. Como padres o como hijos, construimos lazos que nos sostienen para crecer o nos asfixian.


Feliz día a todas aquellas mujeres que teniendo hijos propios o no, pasan por la vida dando amor incondicional, con gestos de ternura, contención y dulzura con los que alimentan nuestras almas y nos iluminan la vida.

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