GOLPES BLANDOS EN AMÉRICA LATINA: El nuevo rostro del asalto al poder democrático y progresista
- Jorge Acosta
- 5 jul
- 6 Min. de lectura

Por: CARLOS MEDINA GALLEGO
Historiador- Analista Político
A propósito de la conspiración ÁLVARO LEIVA DURAN…

Durante el siglo XX, América Latina fue el escenario de una seguidilla de brutales golpes militares, apoyados por Estados Unidos y sus organismos de inteligencia, que derrocaron gobiernos democráticamente elegidos y consolidaron dictaduras sangrientas. Desde el golpe contra Jacobo Árbenz en Guatemala (1954), pasando por los derrocamientos de João Goulart en Brasil (1964), Salvador Allende en Chile (1973) o Isabel Perón en Argentina (1976), las armas, la represión y la doctrina de seguridad nacional fueron los instrumentos preferidos del imperialismo y las élites nacionales para aplastar toda tentativa de soberanía, justicia social y democracia real.
Sin embargo, en el siglo XXI, este método perdió legitimidad. Las dictaduras quedaron desprestigiadas por su brutalidad, y los movimientos sociales, junto con la comunidad internacional, comenzaron a exigir respeto al orden democrático. Pero el proyecto de dominación no se detuvo: simplemente mutó de forma. Nació entonces una modalidad más sofisticada, sutil y difícil de combatir: el golpe blanco, también llamado golpe blando, golpe judicial o lawfare.
Este nuevo tipo de golpe no utiliza tanques ni balas, sino jueces, medios de comunicación, fiscales, parlamentos cooptados, fake news, y guerras jurídicas contra líderes incómodos. En vez de tanques, se emplean titulares; en vez de estados de sitio, se recurre a procesos judiciales amañados. Se trata de asaltos institucionales al poder popular, impulsados por las élites económicas nacionales, los grandes medios y las agencias extranjeras de inteligencia, con el fin de desmontar proyectos políticos progresistas, castigar a sus líderes e impedir su retorno.
I. ¿QUÉ ES UN GOLPE BLANDO?

Un golpe blanco se diferencia del golpe clásico porque se da dentro del marco formal de la legalidad, aunque deformando sus procedimientos y principios. Se manipulan instituciones como la justicia, los órganos de control, los parlamentos, e incluso mecanismos constitucionales, para sacar del poder a líderes elegidos por voto popular o impedir su participación política.
Estos golpes tienen una lógica de guerra híbrida: combinan persecución judicial, linchamiento mediático, chantaje económico, desestabilización institucional y presión internacional, todo con una narrativa de «defensa de la democracia», cuando en realidad buscan restaurar el poder de las oligarquías y someter a los países a los intereses del capital trasnacional.
II. CASOS EMBLEMÁTICOS DE GOLPES BLANDOS EN AMÉRICA LATINA
1. Honduras (2009): el laboratorio
El golpe contra el presidente Manuel Zelaya marcó el inicio de esta nueva era. Aunque se trató de un golpe militar en términos técnicos, fue legitimado con un discurso jurídico y parlamentario que lo convirtió en un precedente para los golpes blancos posteriores.
Zelaya fue acusado de pretender reelegirse (algo que ni siquiera estaba en curso), se le destituyó mediante una decisión del Congreso sin proceso judicial alguno, y fue expulsado del país por los militares. Todo con el beneplácito de la Corte Suprema y la tibieza cómplice de EE. UU.
2. Paraguay (2012): el juicio político express
El presidente Fernando Lugo, exobispo y líder progresista, fue destituido en menos de 36 horas por el Congreso paraguayo bajo cargos ambiguos y sin garantías procesales. El juicio político no fue más que una excusa para las élites tradicionales, incómodas con su política agraria y redistributiva.
Este caso mostró cómo se podía utilizar el propio andamiaje constitucional para vaciar la voluntad popular y restablecer el poder oligárquico sin intervención militar.
3. Brasil (2016): la destitución de Dilma Rousseff
Dilma Rousseff, presidenta reelegida democráticamente, fue destituida por el Congreso bajo una acusación de “maquillaje fiscal” (maniobras presupuestarias utilizadas por gobiernos anteriores sin consecuencias). Lo cierto es que el juicio político no buscaba castigar una falta administrativa, sino interrumpir el ciclo progresista iniciado por Lula, hostil para las élites y las multinacionales.
Posteriormente, Lula fue encarcelado sin pruebas firmes, en un proceso liderado por el juez Sergio Moro, quien terminó siendo ministro de Justicia de Jair Bolsonaro, el candidato beneficiado con la exclusión de Lula. El golpe blanco fue así doble: contra Dilma y contra Lula.
4. Bolivia (2019): el golpe mediático-policial
Evo Morales fue forzado a renunciar tras una combinación de acusaciones de fraude electoral sin pruebas (avaladas por un informe de la OEA luego desacreditado), amotinamientos policiales, y presión militar. Lo reemplazó un gobierno de facto encabezado por Jeanine Áñez, que persiguió a dirigentes del MAS y reprimió al movimiento indígena.
El caso de Bolivia es paradigmático: se utilizó una supuesta defensa de la democracia para desmantelar la soberanía popular y reimplantar un régimen alineado con EE. UU. y las élites locales.
5. Perú (2022-2023): la caída de Pedro Castillo
El maestro rural Pedro Castillo, elegido por una coalición popular y de izquierda, fue derrocado tras una permanente campaña de deslegitimación mediática, obstrucción parlamentaria sistemática, y presión judicial. Acusado de corrupción sin pruebas concluyentes, intentó disolver el Congreso, lo que fue utilizado como excusa para destituirlo y encarcelarlo.
La presidenta Dina Boluarte asumió el poder con apoyo de las Fuerzas Armadas y reprimió brutalmente las protestas populares. Otro ejemplo del uso del aparato institucional para restaurar el poder de las castas limeñas y aplastar la expresión de los sectores populares del Perú profundo.
III. ARGUMENTOS Y NARRATIVAS JUSTIFICADORAS DE LOS GOLPES BLANDOS

Estos golpes blancos se amparan en una retórica supuestamente legalista y moralizante. Los argumentos más usados incluyen:
a) “Corrupción” ( sin pruebas contundentes de ninguna naturaleza).b) “Defensa de la democracia” y la “institucionalidad” la que están violentado de manera clara y contundente.c) “Amenaza comunista”, socialista, Castrochavista o “peligro populista”. Descalificaciones que anulan el carácter pluralista de la democracia verdaderad) “Violación de la Constitución”.
Cualquier iniciativa emprendida por un gobierno progresista encaminada a garantizar derechos es catalogada como contraproducente, lesiva y anticonstitucionale) “Ineptitud administrativa”. Este calificativo pretende mostrar al ejecutivo y su gobierno como incompetente. Los ataques sueles dirigirse contra la persona del ejecutivo no solo en su desempeño público, sino, igualmente, en su vida personal y familiar. Actual caso Colombia, Pacto histórico. Gustavo Petro, golpe que no han podido consolidar.
Detrás de estas justificaciones hay una estrategia coordinada por élites económicas, medios corporativos y sectores del poder judicial alineados con intereses transnacionales. El objetivo es vaciar de contenido la democracia, neutralizar cualquier intento de redistribución de poder y riqueza, y someter a los pueblos a la lógica del capital global.
IV. ¿QUIÉN ESTÁ DETRÁS?
Los golpes blandos o blancos no son espontáneos. Están dirigidos desde centros de poder económico, político y mediático. Sus principales actores:
1) Oligarquías nacionales, incapaces de competir en igualdad política y económica con proyectos populares.
2) Medios de comunicación concentrados, que fabrican consensos falsos, criminalizan líderes y manipulan la opinión pública.
3) Aparatos judiciales cooptados, que operan como brazo represivo “legal”, contra los funcionarios de alto nivel y contra la figura del poder ejecutivo.
4) Organismos internacionales, como la OEA, que legitiman el golpe con una pátina democrática.
5) Gobiernos extranjeros, especialmente EE. UU., que intervienen directa o indirectamente mediante la USAID, NED, CIA y, en el presente, MEGAORGANIZACIONES CRIMINALES y, otros brazos de influencia.
V. LA RESISTENCIA A LOS GOLPES BLANDOS : MOVIMIENTO SOCIALES PARTIDOS Y CIUDADANÍA

Frente a esta nueva forma de asalto al poder popular, la única defensa real es la movilización activa de las mayorías. No basta con ganar elecciones. Los proyectos progresistas deben construir poder popular territorial, organización social sólida, y control ciudadano sobre las instituciones.
Los movimientos sociales tienen un papel crucial: mantener la llama de la lucha encendida, resistir los intentos de criminalización y generar contrapoder real. La organización campesina, indígena, obrera, feminista y comunitaria es la base de toda resistencia efectiva.
Los partidos políticos de izquierda y progresistas, por su parte, deben dejar de confiar ciegamente en las reglas de juego del sistema liberal, y entender que la verdadera democracia no es solo procedimental, sino material, participativa y comunitaria. Deben apostar por procesos constituyentes, reformas estructurales, y alianzas amplias con el campo popular.
Y las ciudadanías activas deben apropiarse del espacio público, combatir la desinformación, exigir transparencia y no delegar la política en las élites. La democracia solo se defiende si se ejerce cotidianamente desde abajo.
VI. LA DISPUTA POR EL PODER REAL
Los golpes blandos son la manifestación más reciente de una guerra prolongada contra los pueblos que quieren decidir su destino. Ya no se necesita un general golpista: basta con un juez corrupto, un canal de televisión y un embajador gringo.
Pero también son el síntoma de que las fuerzas populares han llegado al gobierno, que los pueblos se atreven a soñar y construir otro modelo de sociedad. Por eso los derriban: porque los temen.
Frente a eso, solo cabe la organización, la conciencia crítica, la unidad de los pueblos y la lucha por una democracia que no sea un cascarón vacío, sino una herramienta para transformar el mundo. Porque mientras el imperialismo y sus socios internos usen golpes blancos, los pueblos deben responder con resistencias multicolores, profundas y sostenidas.
El futuro de América Latina depende de no volver a caer en la trampa de los viejos métodos con nuevos disfraces. Y de hacer de cada golpe blanco un llamado a construir un poder popular más fuerte, más democrático y más irreversible.
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